En la localidad de Dosrius, en la comarca del Maresme (Barcelona), el escultor y compositor catalán Ernest Borrás concibió y llevó a cabo su sueño de artista: “CasaViva”. Empresario de éxito, al alcanzar la cincuentena tuvo su particular epifanía y decidió dejarlo todo para convertirse en lo que realmente siempre quiso ser: artista.
Así como el desvarío onírico del renacentista Conde Orsini pobló de monstruosas figuras pétreas el bosque de Bomarzo, en la región italiana del Lazio, Borrás ha sembrado el monte de “CasaViva” de una obra en comunión con la naturaleza en la que predomina el hierro, pero también la piedra y el barro.
Dotado de un lenguaje expresivo muy personal, detrás de cada obra se adivina ese sentido de trascendencia inherente al ser humano. Junto a una puerta que no conduce a ninguna parte, una inscripción nos recuerda las palabras del compositor judío Viktor Ullmann, muerto en Auchswitz en 1944, “La voluntad de crear es la misma que la de sobrevivir”.
El paseo por el monte de “CasaViva” es una experiencia mística en la que Borrás manifiesta su compromiso con el espacio, con una naturaleza que se implica en la propia obra; que la finaliza, por decirlo de algún modo. Las hiedras que trepan por las paredes, el musgo que tapiza las piedras o el viento que arranca sonidos de algunas piezas son un claro ejemplo de la importancia que el escultor le da a su inserción con el entorno.
Ernest Borrás se marchó un día de Casa Viva como anteriormente había abandonado su vida de empresario, sin mirar atrás, con esa capacidad para el desapego que sólo tienen las almas libres, y con la tranquilidad de saber que dejaba su legado en buenas manos.
Los actuales propietarios, el tenor argentino Raúl Giménez y su esposa Valeria Borges, también persiguen su sueño. Han recogido el guante que les lanzara Borrás y trabajan con ilusión en un proyecto para hacer de «CasaViva» un paraíso musical, un lugar de encuentro para los amantes del arte y la música que contará también una escuela de formación para nuevas generaciones de cantantes. ¡Larga vida a los soñadores!